10/12/07

Demostraré lo fácil que es despedir a la plantilla poco a poco, de uno en uno, antes de que piensen que tu actitud no es la de costumbre, que parece que te esté poseyendo una entidad extraterrena o estés sufriendo alguna especie de brote psicótico o que simplemente, te has levantado más cabrón que de costumbre y te estás pasando el procedimiento y el protocolo por el forro de tus acomodados cojones.
Demostraré lo fácil que es colarse en el Parlamento cuando eres Primer Ministro y colocarle cargas explosivas programadas para estallar justo cuando estés soltando uno de tus aburridos y ambiguos discursos de costumbre, preparados de antemano por tu secretario y su ordenador personal, de manera que nada de lo que digas pueda interpretarse como una postura real ante nada, más que la de total confusión, esa apariencia de recién levantado que siempre damos los líderes políticos cuando se nos coloca delante de un micrófono, retransmitido en directo por diez canales diferentes de televisión, y cuyo resultado marcará el contenido de la prensa del día siguiente. Demostraré lo fácil que es todo esto, y ustedes no me creerán hasta que ya no tengan opción posible, ninguna forma de escapar, dentro de diez segundos.
Nueve segundos.
Ocho segundos.
Siete segundos.
Lo que les decía.
Cinco segundos.
Ninguna opción.
Dos segundos.
Un segun...
...
...
...

3/12/07

Dios santo, qué montón de mierda le chorreaba del culo. Imagináoslo. Un mequetrefe grasiento, fofo y comatoso, corriendo medio grogui por el hospital, con el uniforme de enfermero. Menuda pinta debía tener. Ese tío importante, ese tío forrado de pasta, ese cabrón ridículo y presuntuoso, con los ojos en blanco y uniforme azul.

Y no sé cómo, pero logré sacarlo de allí. Logré que se arrastrara hacia la salida. Me costó lo suyo. Para cuando logré entrar en el garaje, y subirlo en el coche del anterior anfitrión, para cuando logré que lo arrancara, ya empezaban a oírse las sirenas. No podían ser ambulancias, naturalmente. Así que cogí y me largué. Con disimulo. No sé cómo, pero no me pararon. Era la policía y yo no quería comprobar cuánto tardarían en cogerme. Bueno, en coger a este mamón.

Lo cierto es que cuando tienes en tu poder al Primer Ministro, se te abren muchas puertas y se hacen posible miles de opciones. El problema es elegir. Lo malo es que, cuando es otro el que tiene a dicho Primer Ministro inconsciente en el coche, estás muy seguro de lo que harías, pero cuando eres tú, bueno, cuando eres tú es un poco más complicado. A menos que tengas un plan estricto y perfectamente calculado. A menos que ya hayas tratado de prevenirlo todo. A menos que estés dispuesto a llevar a cabo dicho plan con rigor, te puedes dejar llevar por las tentaciones. Sucumbir a los deseos más inmediatos. Pero ese no era mi caso. Las cosas estaban bien claras.